Es como vivir en un infierno verdadero
la sensación térmica sube, se eleva
habitar y sufrir a Buenos Aires en enero
esperando que, por lo menos, refresque cuando llueva
El alerta amarilla de pronto sube a naranja
se debe andar por la sombra, la ropa clara y suelta
no sirven los ventiladores, el acondicionador no alcanza
ni bien salgo a la calle ya quiero estar de vuelta
Los cuerpos sudorosos huelen a rancidez
viajar en el colectivo o el tren es un cruel tormento
me lo juro convencido, quedarme aquí en verano será la última vez
pero lo hago cada año, transpirar tanto no me sirve de escarmiento
Dormir bien es una tarea imposible la gente está fastidiosa e irritable
el hormigón, el asfalto, las paredes irradian calor
la noche interminable, dando despierto vueltas en la cama, es insufrible
si de día es un suplicio, después del ocaso es mucho peor
Pero a pesar de este bochorno
quedan para el sufrido habitante unos inesperados placeres
aunque en enero Buenos Aires es un horno
el tránsito es más ligero y en la calle contemplar a sus mujeres
Nos olvidamos por un tiempo del tránsito colapsado
las autopistas y avenidas están casi vacías
en el bondi no viajamos apiñados
¡parece la ciudad de la época de los tranvías!
Pero lo mejor son las hermosas porteñas
con su proverbial elegancia y ligeras de ropa
sus estilizados cuerpos se insinúan, y algo siempre enseñan
al contemplar tanta belleza todo hombre se copa
Amplios escotes, vestidos bien cortos
contemplarlas es un deleite pasajero
dejan a los caballeros tan absortos
para que puedan aliviar las penurias de enero.
miércoles, 2 de febrero de 2011
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